viernes, 18 de noviembre de 2011

Cap.1 En Busca del Otro Perdido

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#Dicen que las grandes historias siempre comienzan con una coincidencia. No sé si esta será una gran historia, pero sí comenzó con una coincidencia, quizás así también terminé.



@sk ¿Para quién escribo esto?

hace 1 minuto



Fue el primer tuit. Observó la pantalla para ver si sucedía algo…



Nada.



Había buscado algunos intelectuales y periodistas famosos para seguirlos. Pensó en lo que decía el manual que había leido, “Twitter: el telegrama de la red en 140 caracteres”. Lo intentó como telegrama, pero le pareció tosco y rudimentario el resultado. No le gustó.


Se asomó a lo que hacían algunos escritores: el resultado le pareció disparejo, pero se le ocurrió otra imagen: en lugar de telegrama, el tuit podría ser más como un haiku: hermoso, inteligente y conciso. Volvió a escribir:



@¿Qué onda, cómo funciona esto?

hace 1 minuto



La pantalla siguió impasible. De pronto surgió un RT. Lo leyó.



RT @alekza Querida Gravedad ¿Podrías atraer de nuevo mis pensamientos de regreso a la Tierra?... siguen en las nubes por él.

hace 8 minutos



Le gustó mucho la imagen del tuit. El avatar le pareció la sonrisa pícara de una ninfa. Decidió seguir esa cuenta. Sí, ¡parecía una ninfa de lo cósmico!



Puso atención de nuevo en la pantalla:



RT @tuiterolico Si Obama tuviera los ojos azules, sería una paleta payaso.

hace una hora



RT @Maguib Mi café está tan bueno que me recuerda a tu novio.

hace una hora



Soltó la carcajada. No era mala idea los tuits de chistes y puntadas.



Luego apareció otro tuit:



#CKqs “Cuando los reyes, políticos y líderes aparecen en público es una ocasión cargada de electricidad, una propiedad especial dl cosmos Entonces las coincidencias se acumulan y toda suerte de acontecimientos convergen en el corazón del momento” N Mailer



***



¡Fue ese cabrón... ese cabrón fue... ese ca....



***



Un Otro de eseka miró mientras la pluma se deslizaba sobre el papel siguiendo una línea convertida en esbozo. Al desviarse del original, repasó la línea otra vez, buscando disimular la huella del error. Observó el dibujo y luego pasó de nuevo la pluma varias veces junto a la corrección. El manchón resultante llamaba demasiado la atención. Decidió verlo con los ojos del experto que perdona un leve error gracias al conjunto. La cabeza del cisne había quedado bien, pero el cuello curvado en algún momento perdía flexibilidad por la falta de destreza en el giro del bolígrafo. Cuando lo vio de nuevo, le pareció el escote de una mujer.

Entonces comenzó a deslizar la pluma por donde intuía sombras y cambios de tono, lo hizo combinado con el dictado de su inspiración. Rayó verticalmente varias veces al lado y se le aparecieron unos carrizos entreverados, decidió alargarlos hasta la cabeza del cisne y todo se integró mejor. Dibujó en la parte superior de la hoja dos círculos pero no logró una circunferencia convincente. Desde la escuela eso siempre le había costado trabajo, con un compás quedaría perfecto pero ni tenía ni quería usarlo: sabía que se trataba de dibujar a mano. Se quedó con sus dos óvalos vueltos huevos espinosos gracias a sus intentos de corrección.



Más abajo, en donde estaba el papel aún en blanco, con trazo fuerte y apretando la pluma dibujó varios picos y quebrantos sin lograr que surgiera ninguna forma entre los manchones. “Es más fácil calcar, la línea no pide más que seguirla sobre el papel; es más fácil seguir un camino ya hecho” pensó para sí mismo. En otro espacio en blanco escribió: ¿que soy? Angel or Devil? ¿un perro loco con un gran corazón negro?

El gran ojo de mirada torva cruzó desde el otro lado de la habitación para recordarle sus años de hambre. Escribió en el papel: No food, no smokes, no coffee, no dinero, no job. Se volteo hacia su primo que veía la televisión y le dijo: yo voy a vivir en las calles, no te preocupes... solo hago arte... es un sueño dentro del Tao... Después, una pequeña pluma de colibrí quedó atrapada en el papel, cuando Mario Aburto cerró con cuidado su Libro de Actas.



***



- ¿Ya tienes al polluelo?

- Sí, es perfecto, se siente muy águila y está completamente convencido de sus deberes para con la patria.

- ¿Y sus cuates? - preguntó con un gesto sutil que solamente ellos entendieron.

- No te preocupes, habrá por lo menos otros dos. Los que van alrededor no lo saben pero estarán en la jugada. Todos harán lo que tienen que hacer.

Más tarde, cuando uno de los cuates manifestó sus dudas frente al rostro regordete, duro y con muchas arrugas del Comandante, éste le respondió.

- No te preocupes, contigo irán otros cincuenta dispuestos a hacer lo mismo que tú. Ellos quieren a la patria y saben que es el momento de que sus hijos lo demuestren con hechos, no con palabras.

- ¿Pero como voy a saber quiénes sí y quiénes no son caballeros águila?

- Eso es parte de nuestras reglas, ninguno se conoce pero todos están dispuestos a defender a la patria.- y en medio de la penumbra, sintió y tuvo la certeza de que el rostro duro de aquel hombre daba por terminada la plática.



***



Por la ventanilla del autobús se alejaron los focos y los ruidos que caracterizan el metro San Lázaro. Una chamba por unos días, la posibilidad de integrarse como auxiliar en algún cuerpo de seguridad, quedar bien acomodado en el próximo sexenio y a lo mejor, si hacía las cosas bien, “hasta se ganaría su charola”.

Todo había sido muy rápido gracias a un conocido de su tío, un agente de seguridad que mientras lo presentaron, lo veía insistentemente como buscando algo en su rostro. Tras unas cuantas preguntas lo aceptó. Pocos días después lo citaron para una comisión fuera de la ciudad. Ahora todo marchaba sobre ruedas, junto con él, en el autobús viajaban varios jóvenes y otros hombres ya maduros, algunos parecían conocerse entre sí, pero no la mayoría. Todos habían llegado con su pequeña maleta al hombro y la imprescindible chamarra del chilango al andén 101 de la terminal. Se juntaron alrededor del comandante, quien en pocas y firmes palabras les dio instrucciones mínimas: llegarían a la estación de Tijuana, ahí los recibiría el Comandante Chagoya y los llevaría a su hotel. Y mientras terminaba de hablar les fue repartiendo a cada uno un pequeño sobre color crema: todos sabían que era la lana para sus gastos: el grosor del sobre evitó cualquier pregunta.

Viajaron toda la noche y parte de la mañana. Al llegar a la ciudad de Tijuana fueron inmediatamente repartidos en varios hoteles y se les dio una tarde libre para que salieran a estirar las piernas por la ciudad. Él lo hizo con los ojos sorprendidos del que nunca ha viajado. Los siguientes días fueron de tediosa espera en el hotel, mientras el tal capitán Chagoya llegara por ellos. Comidas improvisadas y a deshora, la fatiga de estar tenso y el placer de sentirse poderoso con una credencial plastificada; sus sellos y ribetes dorados impresionaban o por lo menos daban el gatazo: era como sentirse temido por la gente en medio de la calle. Luego, todo pasó muy rápido, una tarde llegó la orden de estar listo y le dieron una pistola que guardó entre el cinturón y su cuerpo. Medio la tapó con su chamarra y de memoria se grabó unas cuantas claves que les dieron para identificarse al interior del grupo.

Una vez en el lugar, comenzó la tarea que le habían asignado: mantenerse a treinta metros de la orilla del mitin mientras caminaba en medio de la inmensa hondonada en forma de embudo. Era un lugar lleno de construcciones de hormigón en desordenado sube y baja, varillas desnudas y oxidadas rematando los techos, infinitas antenas de televisión y frescos anuncios del candidato en las paredes que daban a la explanada. Una multitud de gente muy pobre se concentraba en el lugar atraída por cualquier posibilidad de recibir una gorra o una camiseta como regalos. Estaba atento, sobre todo a las señales de sus “postes” en las azoteas designadas y que a señas le indicaban cualquier cambio. Los globos brillaban y surgían las porras en medio del estruendo de la música, luego, se aplacó el escándalo para dar paso a las palabras del candidato. En los momentos adecuados, los gritos de sus simpatizantes y acarreados. “Igual a como se hace en todo el país y como hacen todos y siempre” pensó él. En ese momento un compañero le hizo la seña: hacer valla al candidato al llegar a su zona porque termina el mitin, mantenerse muy de cerca y no permitir que nadie extraño se acerque. Se sumergió en la multitud y reconoció a otros pasajeros del autobús entre la multitud, se sorprendió al descubrir su propio rostro en otros hombres, pero no tenía tiempo de distraerse. Sin darse cuenta de pronto vio que los empujones lo traían y llevaban y quedaría pronto junto al candidato. Pensó en verlo de cerca para tener algo que contar después a la familia y a los amigos. Sintió que la masa humana lo compactaba y lo atrapaba, casi lo llevaban en vilo y apenas y podía mover los brazos. Sonó un disparo que lo dejó sordo mientras algo caliente le salpicaba la cara.... Se vio a sí mismo, paseaba como totalidad y con la conciencia de que para los demás era un ser asocial o peor aún, un delincuente.... Se olvidó de sí mismo cuando vio los otros rostros tan parecidos a él: solamente debía concentrarse en mirar al candidato. Las olas de luz le empujaban y los otros caballeros águila le abrían el paso, de repente quedó junto al político, de súbito, al descubrir su corta estatura le pareció muy frágil y fue más fácil que su mano empuñara la pistola: levantó el brazo y dio un paso hacia aquella oscuridad: sabía que todos dispararían al mismo tiempo... Dormir despierto es lo que mas lamento, caigo en el sueño y viajo por el tiempo ¡despierto! ¡Dormido! No se lo recomiendo porque he despertado a tiempo. Los gritos iban y venían, para uno eran eco, para el otro la condena. ¡Fue ese cabrón... ese cabrón fue... ese ca.... ¡ Mientras, él se alejaba del remolino que se abatía en la hondonada diciéndose a sí mismo: Yo lo maté para todos ustedes, los hermanos que querían también matarlo. En especial para ustedes. Simplemente fui su instrumento. No lo olviden…