miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ella era una Otra


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ELLA ERA UNA OTRA como siempre que soñaba. Alexa encontró una escena en la que estaba segura de saber como había llegado ahí, pero en ese momento no se acordaba. El lugar parecía una hacienda con mucha vegetación y en el horizonte se veía una planicie interminable. Sabía que ella era esa mujer que aparecía en el sueño pero se vió diferente. También supo que se movía pero no caminando, sintió que su cuerpo lo hacía con imperceptibles brincos de todo el cuerpo. En la siguiente escena vio un rostro que le pareció conocido. Supo que aquella boda los había hecho coincidir. Sin saber cómo, surgió en su mente el nombre de un autor, un eslabón en la cadena de pensamientos y asociaciones que aparecían en el sueño: Hoffman, el que había escrito varios cuentos donde salía el Doble.

Como en todo sueño, no había tiempo o por lo menos transcurría de manera diferente: era más bien una sensación y la certeza de que muchas horas de música, comida y vino se habían esparcido a lo largo y ancho de una hermosa tarde: simplemente lo sabía. Luego su vejiga le pidió buscar los baños, de nuevo sintió que con pequeños brincos se deslizaba entre las islas de palmeras en donde había letreros clavados con señales de los servicios. Al bajar unos escalones, encontró de nuevo aquel rostro que le era conocido pero que nunca había visto, sin pensarlo mucho le preguntó.



-¿Por aquí se va a los baños?



- No sé – le respondió él mientras veía embelesado sus ojos. Luego, un leve gesto de sorpresa por la total ausencia de pena o timidez femenina en la pregunta.



Pero fue mayor la sorpresa de ella cuando lo escuchó responder con mucha amabilidad y con más confianza



-Pero si quieres utiliza el de mi habitación.



Ella asintió y echaron a andar rumbo a la zona de los dormitorios. Cruzaron un jardín muy grande y que lo parecía más aún por la penumbra. Mientras caminaban iban en silencio y ella en su sueño, descubrió que todo era espontáneo, que no había palabras para las preguntas que surgían en medio de esa especie de autoconciencia de los sueños: ¿Pensaría él que su gesto era una propuesta? Su cuerpo se excitó ante la posibilidad. Leves sonrisas que lindaban entre la timidez y el coqueteo se esbozaron en ambos, mientras él sacaba la llave y abría la habitación.



En algún momento estuvo a punto de despertar, cuando pensó que su estancia en el baño dentro del sueño pudiera ser que en realidad se orinaba en la cama. Pero el sueño era demasiado fuerte e intenso así que siguió en él sin saber cómo. Fue hasta que ella salió del baño y lo alcanzó en el recibidor, ambos ya de pie frente a un ventanal y viendo hacia el enorme jardín que ahora parecía un picadero para caballos, cuando los dos se rieron al escucharse mutuamente decir que aquello parecía una mala escena de película cachonda. Una de esas en las que no hay demora en la paulatina seducción que desnuda lenta y completamente, ni el excitante magreo a través de la ropa, ni la difícil y desesperante lucha contra cierres, resortes y entretelas. Ella solamente sentía la agonía que se interrumpía y la incomodidad de posiciones impensables que de pronto imaginó tan excitantes que deseó fueran eternas. El sexo entre ellos fue, para él, voraz, húmedo y triunfante; para ella, nuevo, excitante y con el deseo de revivirlo.



Alexa despertó sobresaltada por el placer dentro del sueño, sobre todo, cuando reconoció su rostro en aquella mujer que en traje de noche desabillé y con la ropa interior jaloneada, le era infiel a su novio y de remate, con un desconocido y en medio de una fiesta. Pero la mayor extrañeza lo representó la rara sensación de reconocer un rostro y el lugar desconocido.



Se levantó y fue al baño, no quiso encender la luz para no quedar deslumbrada ni despertarse demasiado. No supo en qué parte del sueño había brotado la humedad en su ropa interior y más bien le pareció que ayudaba a reconstruir su sueño. Regresó a la cama y si bien no pudo dormir completamente, el estado de duermevela la llevó a una ensoñación que recuperó otras partes del sueño, y las que de nuevo le crearon una contradictoria sensación.

No sabía como había llegado en su sueño hasta ese hotel medio escondido en una ciudad desconocida, sólop supo que era otro. En este sueño ella era la mujer, pero otra vez no se le parecía. También sabía que aquel hombre la amaba y ella a él no, pero sus manos y su boca la excitaban. En alguna parte de su sueño ella le pidió que se sentara en el piso y se recargara en la cama. Entonces caminó unos pasos, se detuvo a poca distancia, volteó la cabeza confirmando que tenía su atención y con un gesto travieso y excitado dobló su cuerpo por la cintura hacia adelante, lo suficiente para dirigir su hermoso trasero envuelto en encajes blancos hacia la otra mirada. Luego comenzó a mecer dulcemente las caderas y a separar las piernas lentamente, poco a poco sintiendo la excitación de la mirada.



- Quiero que me veas.- Le dijo. Pero apenas llenó sus ojos de la más recóndita belleza de Alexa él no pudo más. Se levantó y mientras con una mano le acariciaba la espalda con la otra la empalmó completamente entre las piernas, con lo que provocó que Alexa se retorciera de placer. En medio del jadeo ella alcanzó a decirle – Qué rico me agarras




***



Cuando despertaste, el sueño aún estaba ahí, rodeándote como una esponja, sin dañarte, pero impregnando todo el aire que respirabas con la porosa sustancia de los sueños y entre las difusas paredes de otra realidad. Supiste que no habías despertado, cuando el rumor de la multitud que de pronto te apretujaba fue opacado por las luces apagándose, el estallido de las trompetas musicales y el ritmico tamborileo de la banda de música que escupìa el sonido infernal. Luego de nuevo el silencio, la soledad de la noche en una ciudad temerosa, mientras prosigues tu caminata sin rumbo por calles pobladas de sombras y rumores, por lo menos es así, hasta que el silencio de nuevo es roto por ese lastimero grito que te persigue desde toda tu infancia: Ay mis hijos… a dónde irán mis hijos….!

Puedes llamarme Eseka, como todos me dicen en el tianguis. Hace poco salí del anexo donde me internaron mis tíos cuando volví de Tijuana, ahora debo pagarles mi estancia viniendo a picar verdura, cargando y descargando las cajas y huacales repletas de humedad y verdura. Y mientras las rodajas de calabaza y champiñones ruedan de mis manos al montón de picadura, mis sueños me llevan a viajar por el mundo hacia un lugar lejano en el que no existen ni esa maldita pistola en mis manos, ni la familia, ni el anexo, ni el levantarme en la madrugada para viajar a la central de abastos. Menos existe el acomodo diario en diferentes rumbos de la ciudad de este puesto armado y desarmado, con piezas de metal y mantas de color que cambian con el clima. ¿Para quién escribo esto?



***



… Y cuando aquella mujer vestida de blanco comenzó a cruzar el puente, se vio que traía a cuestas un bulto como si trajese un hijo pequeño. Todos los que la veían en el tianguis no hacían sino guardar silencio

- Hizo una pausa para tomar aire y cuando Alexa se disponía a continuar con su relato descubrió que alrededor de la alberca también se había hecho un silencio. Por un instante sintió la mirada de los extranjeros que se asoleaban tirados en los camastros: le pareció que seguían en lo suyo, que lo hacían con actitud de ensimismamiento, pero ella supo que en realidad estaban escuchando su relato y secuestrados por la curiosidad de qué iba a pasar, y atrapados por la leyenda que venía de abuelos a nietos y ahora de vacacionistas a turistas. Toda esa observación del ambiente alrededor de la alberca del Arcoiris en Puerto Escondido y el descubrimiento de lo que sucedía, apenas duró unos segundos, decidió continuar: … Y mientras la mujer cruzaba el puente nadie más lo hacía y ya de cerca, se podían ver sus cabellos como cuernitos en la frente lo que la hacía más extraña aún… y luego llegaba y se instalaba entre las otras mujeres que vendían y no decía nada; simplemente colocaba aquel bulto entre los otros, y entre tanto movimiento y ruido, poco a poco retomaba la vida del tianguis y todos se olvidaban de ella y así, del mismo modo sin que nadie se diera cuenta, desaparecía. Más tarde, cuando los curiosos abrían el envoltorio, lo único que descubrían era un pedernal como el que se utilizaba en los templos para la muerte a filo de obsidiana. Todos sabían que era la misma mujer que por las noches vagaba en la oscuridad de las calles de Tenochtitlan….

… Era la diosa Cihuacoatl, que también la decían nuestra madrecita, la que con voz desgarradora había anunciado el final de estos tiempos: ¡Ay hijos míos…! ¡¿A dónde habremos de ir!?.... ¡¿Dónde están mis hijos?!



***


EL OMBLIGO DEL MUNDO a través del Ministerio de la Verdad, proyectaba las imágenes del más famoso noticiario matutino de la época. A unas cuadras de ahí, Jenarito daba sus incipientes boqueadas de oxígeno en la sala de partos del Hospital General. Con las primeras sacudidas de la tierra, algunos todavía alcanzaron a ver en la pantalla la escenografía balanceándose sobre la presentadora, ella, muy de acuerdo a su papel, luego de reconocer que estaba temblando todavía alcanzó a recomendar que guardaran calma y que no se preocuparan. Eso fue lo último que se vio antes de que la transmisión se convirtiera en simple estática de puntos y rayas: polvo electrónico de todo lo que se derrumbaba.



Los niños recién nacidos aquel diecinueve de septiembre de mil novecientos ochenta y cinco que fueron rescatados de entre los escombros del Hospital General de la Ciudad de México son bastante conocidos. En contraste, hubo un pequeño que extraviado entre los derrumbes demoliciones y rescates de esos días, milagrosamente fue a dar a los subterráneos del metro Pino Suárez sin que nadie lo reclamara. Ahí, el calor de ese México subterráneo que se convirtió en incubadora, encontró la oscuridad protectora que lo cuidó, junto a los perros, gatos y fantasmas que siempre han habitado el subsuelo de la Gran Tenochtitlan.

Creció entre las calles y los socavones durante los años de la reconstrucción y así tuvo acceso a las alcantarillas, ductos e instalaciones urbanas. Así el niño conoció los caminos entre los basureros y los túneles que existen en la gran ciudad, desde los días de la Colonia y y probablemente desde antes. Se desconoce como aprendió a leer, pero su mayor destreza la cual cultivó -apenas alcanzó los controles-, fueron las maquinitas.



A los puntos y las rayas se reducía la memoria de buena parte de la infancia de Jenarito. A veces le parecía que esos puntos y rayas en la pantalla de los videojuegos eran su mejor recuerdo. De su nombre pocos sabían el significado, el santoral hace mucho que se dejó de consultar, mucho menos se supo cuándo y quién le impuso el nombre. Eso sí, para su época adolescente Jenarito ya era muy famoso en los locales de las maquinitas y entre los inmensos tinglados repletos de ruido, luces y acción, lugares que abundaban por todas partes y a lo largo y ancho de toda la gran ciudad.

Su orfandad fue, como es tan recurrente en los pobladores de esta tierra, una orfandad que al igual que los mitos, vive, se desarrolla y se transforma a lo largo de la Historia, de las mismas historias de la ciudad y obvio, también en esta historia. La de Jenarito era también una historia de la ciudad subterránea de México. Porque es común que se olvide que debajo de la Gran Tenochtitlan existe una ciudad paralela, algo así como su Doble: un rostro de alguna manera ignorado. Cara desconocida pero también caótica, invisible casi para todos y de una vastedad y solidez igual a la que tiene la ciudad en la superficie.



Por las entrañas de la ciudad se cruzan conexiones y construcciones que colaboran con la vida en la superficie. Así lo leyó Jenarito y así lo repetía con vehemencia a quien quisiera escucharlo: Dicen que si la tubería de agua potable de la ciudad se pusiera en línea, llegaría al extremo sur del continente, y el alumbrado, podría colocarse a lo largo de todo el río río Nilo. Y con su delgada voz salmodiaba como lo había visto en una pantalla: A ello se suman los ductos y pozos de visita de las compañías de teléfonos, luz, gas y oleoductos; los socavones de la desaparecida Pemex, los túneles del Metro, las alcantarillas y respiraderos, sin olvidar la red de túneles, pasadizos y cuevas que datan de tiempos de la Colonia… Sin darse cuenta, Jenarito comenzaba a viajar en el tiempo hasta unos remotos tiempos prehispánicos y a los lejanos continentes que le mostraban los televisores en los basureros sin conocerlos. Por lo menos era su conclusión muy personal, luego de haber leído los restos de muchos libros, revistas y periodicos que encontró en los basureros. De hecho el lugar en el que dormía, era una inmensa cuna acolchonada con millones de imágenes impresas y deshechadas por la gente en la basura.





En esa ciudad subterránea fue precisamente en donde desarrolló su infancia y adolescencia Jenarito. Él había conocido las cuevas del barrio de Tepito como pequeñas casas hechas a su escala de niño, y eso había sido mucho antes de que se convirtieran en bodegas de armas y drogas. En cuanto a los túneles, a él ya no le tocó ver los más famosos, solamente había escuchado de los pasadizos que iban de la Alameda al edificio de la Policía Política en la Plaza de la República: algunos decían que esas paredes guardaban los ecos de la “Discoteca”, donde se iniciaba la desaparición de gente rumbo al “Metro”. el cual terminaba en las catacumbas de Lomas de Sotelo. Los más viejos de la ciudad subterránea fueron quienes lo vieron y oyeron, en el siglo pasado cuando él era un niño se lo habían contado, y su piel se erizaba al recordar los espeliuznantes relatos de lo que sucedía en el lugar.

Jenarito también tenía sus propias historias. Él había conocido a un niño Triqui que a los seis años desapareció tragado por la gran ciudad. No hablaba más que su lengua, otros niños triquis se lo llevaron a jugar a las maquinitas, fue ahí donde él lo conoció, luego, se le vio por última vez a la salida del metro Revolución. Hubo quien aseguraba haberlo visto tiempo después en el corredor de los limosneros que va sin interrupción desde la Basílica de Guadalupe hasta Santa Fe. Ahí, donde miles de limosneros “adoptan” de lazarillos a extraviados y abandonados.



Mientras tanto, en la ciudad de la superficie, se siguen construyendo e inaugurando obras públicas. Una ciudad de México llena de engranajes, tubos y llaves para dotar de agua a unos habitantes que ya nunca la verán salir de sus llaves. Igual que los grandes puentes que desde mucho tiempo atrás son grandes estacionamientos que avanzan a la vertiginosa velocidad de diez kilómetros por día. El Metro, más que circular, sirve para enlazar los diferentes rumbos de la gran metrópoli, pero el viaje puede durar varios días si se va de Satélite a Chapultepec. En todo caso es más seguro y barato que viajar por la superficie y arriesgarse a ser asaltado o pagar las cuotas para pasar de una colonia a otra a la pandilla y a los ambulantes del lugar.

Dentro de los vagones del Metro se desarrolla el contra flujo continuo entre los viajeros y la interminable fila de vendedores ambulantes. Los más viejos entre ellos incluso ya controlan algunos rincones y asientos desde el cual comercian sus chinaderas y piraterías. Y quienes piensen que no se puede vivir así, baste recordarles que este México es un país de gente joven que nunca supo ni conoció otro estado de las cosas. Vivir así, en una ciudad como la Tenochtitlan del 2018 es la normalidad.



Del viejo México ya muy pocos se acuerdan porque lo de hoy, es la preparación de las grandes fiestas de la nación.

Nadie se atreve a poner un número al Gran Aniversario porque nadie se acuerda ya de qué significa la Independencia y menos lo que fue la Revolución. En la medida que el proyecto nacional en la superficie se convirtió en algo ininterrumpido, ambos acontecimientos murieron por inanición. Para lo que sí importaban y mucho, era para organizar los festejos que buscaban "proporcionar identidad". Fue sencillo, simplemente se comenzó a repetir en todas las pantallas sobre los preparativos del Gran Aniversario Nacional: un México mega milenario habitando el siglo XXII.



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@alekza Stalker que no ve, corazón que no siente.

hace 1 hora



@alekza De los creadores de "te estoy stalkeando" y "aaaaaw! Ya te leí" llega ahora en 3D "quien chingaos es esa @______"

hace 1 hora



@alekza Apaga las voces, vamos a ser el amor.

hace 1 hora



@alekza Aquí extrañando lo que nunca he tenido.

hace 1 hora

(continuará)