lunes, 28 de noviembre de 2011

La Mirada desde el Balcón


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LA MIRADA DESDE EL BALCÓN, lo que veo desde aquí, eso es lo que debo escribir. Pero antes debo decir quién soy para que no me confundan con otro.

Escribo en algún año desde mi vejez. Mi nombre mi verdadero nombre, ya no lo sé. La historia de mi vida es una historia de secretos que han pasado por mi vida sin yo saber de ellos. Esto es un intento de escribir algo diferente a los números y cálculos de mi profesión de ingeniero. También en buena parte se debe a que recuperé las notas de viaje tomadas durante los muchos años -más como pasatiempo que como introspección- y que ahora serán de gran ayuda en mi búsqueda de los orígenes o las causas de lo que me sucede. De hecho, no sé si esto sea -además de la primera narración que escribo- más bien un intento de entender lo que me rodea.

Nací en 1856 un día 15 del mes de Julio en la ciudad de Shelley, Woodhouse, Yorkshire. Mis padres fueron George Pearson y Sarah Weetman Dickinson. Mi padre dirigía la empresa fundada en 1844 por mi abuelo Samuel, una humilde ladrillera que se convirtió en lo que mi padre y sus hermanos pronto denominaron S. Pearson & Sons. Misma que se catapultó con el trazo y la construcción del ferrocarril de Lancashire a Yorkshire.

Fui nombrado Socio Junior gracias al contrato que obtuve para construir el poco glamoroso -pero muy rentable- desagüe en Deptford al sur de Londres. Gracias a la obra pública, mi éxito fue rápido y a decir de algunos, meteórico. Bajo mi mando, en los primeros tres años, Pearson Firm se convirtió en una exitosa constructora y demostró que el traslado de la empresa desde Yorkshire a Londres valió la pena. Luego, cuando el panorama era muy malo debido a la recesión de la economía británica, llegó una posibilidad muy prometedora en el continente americano. Conocí a un hombre proveniente desde un lejano país llamado México.

Llegó en un buen momento. El auge de los ferrocarriles y de la obra pública que nos había hecho crecer como empresa, también llegaba a su fin en Inglaterra y quedaba muy poco por hacer en Europa. Sencillamente: el proteccionismo se extendió a todos los otros países y la competencia se traslado a la búsqueda común de recursos y mercancías. Todos además, intentando competir con el imperio británico.

Tuve que meterme de lleno a presionar para que el gobierno de Su Majestad, aceptara -luego de más de veinte años de ruptura- la reanudación de las relaciones diplomáticas con ese país llamado México. Hube de convencerlos de las bondades, no solamente para la diplomacia sino sobre todo, la inyección vivificante que sería para nuestras decaídas actividades financieras y comerciales. Para presionar en el Foreign Office me apoyé lo mismo en el Committee of Mexican Bondholders, que en las demandas de la Association of the Chambers of Commerce. A todos les abrí los ojos acerca de las nuevas oportunidades que hallaríamos en México y lo hice con la convicción de un conocedor de ese país, lo que mostró mis habilidades de vendedor de proyectos, ya que en realidad lo que yo vendía eran sueños sobre un lejano lugar al que apenas ubicaba en el mapa.

Por otro lado, establecí buenas relaciones con los negociadores mexicanos prometiendo mis mejores oficios para restablecer su crédito en la Bolsa de Londres. Las comisiones y regalos para agentes, brokers y enviados diplomáticos son práctica común y permiten ganar a todas las partes, así que las usé. Fue una pequeña inversión que en todo caso siempre termina cargándose a los costos. Gané su confianza y la posibilidad de que su gobierno asignara obra pública a S. Pearson & Sons. Estaban ansiosos de modernizar a su país y también más que dispuestos a endeudarse para lograrlo. Negocio redondo.

El trasiego de información y contactos políticos y diplomáticos dio resultado: el ministro mexicano consiguió un préstamo municipal de más de 2 millones de libras esterlinas como fuente principal de financiamiento del Gran Canal del Desagüe. Fue el segundo préstamo negociado desde la conversión de la deuda. Aunque en las cláusulas no se especificó nunca que la obra se diera a un contratista británico, Benito el agente financiero mexicano en Londres, se encargó de mostrar que la participación de un contratista británico proporcionaría un apoyo moral importante para el éxito de la obras.

En 1889 me embarqué de nuevo rumbo a América. Pasé primero a Nueva York a revisar los proyectos de una obra que en ese entonces realizaba la compañía. Luego viajé en ferrocarril hasta México y aproveché para explorar otras posibilidades de negocio. Creo que fue desde entonces que hallé la manera de tratar con los mexicanos y avizorar las muchas posibilidades de hacer negocio en su país.



Ahora que escribo esto descubro que quizás fue en esos primeros contactos con México que todo comenzó a cambiar en mi vida; pero de nuevo, al escribir, surgen imágenes que me ofrecen otra explicación. No sólo es México, es más bien el continente entero.



Quizás es un buen momento para hacer una pausa en esta narración y reflexionar más en lo que trato de decir. Es el recuerdo de la primera vez que estuve en ese continente: fue en el Otoño de 1875 y tuvo gran efecto en mí. Recorrí el país en un asiento reservado para mí durante todo el viaje en el vagón de primera clase, los trenes americanos están suntuosamente arreglados y son muy confortables. Las semanas que duró el viaje comí muy bien –como pocas veces lo había hecho- gracias al vagón restaurante. Durante la sobremesa, entre el barullo de los comensales, no podía olvidar que estaba refugiado en el mundo de la comodidad, la abundancia y la cortesía de la gran América. Y mientras eso sucedía, un maravilloso reino pasaba más allá, a través de la ventana del tren.

Mis compañeros de viaje eran todos americanos: una mezcla en la misma medida de apariencia, amistad y curiosidad hacia mí. Empleados de negocios y comerciantes viajeros, lo mismo que algún apostador profesional o un ministro presbiteriano, varios propietarios de tierra y granjeros exitosos, igual que varios estudiantes de regreso a sus casas desde Chicago. Tuve que reconocer que el sueño de los padres fundadores de América era un sueño hermoso. La cercanía que sentí con la energía y el espíritu de los descendientes de los antiguos emigrantes fue maravillosa. No se puede más que dar la razón a quienes defienden la apertura de su inmenso territorio a emigraciones tan diversas, y no puedo sino convencerme de que ese crisol de razas y culturas conformará un nuevo mundo y una nueva manera de pensar.

En pocos días descubrí que las presentaciones al modo americano se reducían al primer nombre y me adapté a ello. El lado práctico y anti solemne de estos americanos me pareció verdaderamente envidiable. El desenfado que ejercen en su tiempo libre es con el mismo convencimiento con el que se toman el ganar dinero. Sus métodos de trabajo son formativos y su energía y ambición infecciosas. Me pareció en aquel entonces y lo sigo pensando ahora, que todas las grandes cosas que se han hecho en América, no podrán ser hechas en ninguna otra parte del mundo sino solamente ahí.

La inmensidad de sus recursos naturales es impresionante y deja boquiabierto a cualquiera. No hay duda de que son la base indispensable que permitirá su expansión. Su territorio simplemente no es posible imaginarlo desde la vieja Europa, acostumbrada desde hace cientos de años a compartir un estrecho territorio entre tanta gente. La sensación de espacio es en sí una sensación de libertad, libertad para moverte e ir a donde uno quiera. En América el inmenso territorio es la única escala de lo que un hombre con iniciativa puede plantearse hacer y lograr.

Ese era también el tamaño de las posibilidades que se presentaban para los negocios familiares, el viaje a América no solamente abrió una puerta para mi padre y la familia, sino sobre todo para mí. Bendito sea el momento en el que se le ocurrió aceptar mi ofrecimiento de explorar más allá de Bradford, con sus ladrillos y contratos para construir las rutas de los ferrocarriles. Al mismo tiempo, quizás debería maldecir el momento, porque también inició mi viaje a México, donde comencé a tomar mis primeras notas de viaje. Son las mismas a las que ahora recurro.



“Otoño de 1889, justo cuando comenzaba a enfriar el clima en Nueva York, mi esposa y yo abordamos el tren que nos traería hasta México. El nombre grabado en el metal del vagón no puede ser más emblemático: “Montezuma Express”. Las imágenes de tesoros y riqueza son inmediatas. Por lo menos para mi será un tesoro la obra hidráulica que me espera, una obra diez veces más grande que todas las que he dirigido hasta ahora en Europa y cuyo término puede dejarnos una ganancia del mismo tamaño. “Escribo estas notas sentado en el balcón de un céntrico hotel de la ciudad de México. Enfundado en mi saco de lana y ya con la camisa y el corbatín puestos, el fresco otoño de esta latitud se convierte rápidamente en molesto calor al paso de las horas, sobre todo si se compara con el frío que se siente en Inglaterra. Miro hacia la Plaza de Armas a través de los hierros forjados en forma de enredaderas y floresta que constituyen el balcón: Es domingo y las campanadas de Catedral rebotan estentóreamente por el inmenso lugar. Del otro lado de la calle, entre los árboles y los vagones de trenes jalados por pequeñas mulas, dos hombres juegan a sorprenderse mutuamente picándose el ano sin ninguna vergüenza. Es la primera imagen que se me graba de los habitantes de la ciudad de México. “El viaje desde los Estados Unidos me mostró y me hizo palpable las diferencias entre la presencia de los anglosajones en América y la presencia española en México. Aquí el mestizaje parece bloquear toda posibilidad de redención y el contacto con sus habitantes solo me hace confirmar la misión que tiene el Imperio Británico para con la civilización occidental. Si se deja a estos mexicanos solos, dilapidarán su riqueza en políticos, fiestas y borracheras. En el mejor de los casos, caerán en el dominio de los americanos o europeos. “Debo volver al trabajo, en la mesa y a la sombra de la habitación me esperan los planos con el anteproyecto de la obra. En amplias letras garigoleadas puedo leer “Gran Canal” y debajo “From Zumpango to the Lago de Texcoco”. El canal tendrá una longitud de treinta millas y busca aliviar el ancestral problema de las inundaciones en la ciudad de México, una calamidad que según leo, preocupa desde los tiempos de la Colonia en el siglo XVI. La larga lista de proyectos y constructores -según me informo-, incluye a un príncipe poeta de los indios de nombre impronunciable que construyó los primeros diques para evitar la inundación, lo mismo que a un cosmógrafo alemán de nombre Enriko Martinez, a quien se le ocurrió controlar el agua, dándole salida con un enorme socavón por el rumbo de Nochistongo. Muchos años de obra inútil y catastrófica para la ciudad y hasta para él mismo que fue a dar a la cárcel. Esa lista de constructores muy pronto incluirá mi nombre; aunque definitivamente será con mejor suerte. “El pobre cosmógrafo fue víctima de la presión de gobernantes y pobladores, que en esta tierra parece que se especializan en hundir a todo aquel que trata de ayudar, lo que derivó que en 1629 la ciudad se inundara: las fétidas aguas negras empujadas y sacadas a la superficie por la lluvia ¡permanecieron cinco años en las calles! Como ingeniero yo diría que el asunto viene de mucho tiempo atrás, quizá desde que se construyó esta ciudad y desde el momento en que se controlaron algunas partes del Lago durante la época de lluvias. Pero tampoco hay mucha diferencia ahora, es todavía una ciudad pequeña si se le compara con Londres, salvo que sus más de trescientos mil habitantes siguen lanzando todas las aguas negras hacia la Cuadrada, una enorme zanja que rodea la ciudad y que confluye por el norte y el sur en el canal de San Lázaro “Hay que aceptar que el aspecto estético debió ser una presión para intentar el control de las aguas, pues la belleza de todo el valle es digna de mencionarse y sobre todo de conocerse. Pero definitivamente lo que me atrapa de este inmenso valle y su increíble altura sobre el nivel del mar es la luz: es una luz que abrillanta todas las cosas y desvanece los contrastes. Aunque también a veces me da una sensación de que esa luz o quizás esa falta de contrastes que parece crear fantasmas, puede despertar los instintos más oscuros de la gente ¿También será por contraste?...



Hago un alto porque mi memoria me obliga a mencionar lo que no aparece en mis notas de esos días: el trascendental encuentro que permitiría mi cercanía con el presidente Díaz. Sin el papel de Don Jesús de Medina, Gran Maestro del Rito Escocés, Logia a la que también pertenecía el presidente, simple y sencillamente las puertas a la élite del poder en este país hubieran permanecido vedadas para mi. Ahí está el secreto que todos desean develar para explicar el porqué gané los mayores contratos de obra pública, los que me llevarían al puerto de Veracruz, al ferrocarril del Istmo y a joya de la mi corona; la mayor compañía petrolera "ElAguila".

Por otro lado, ahí comenzó también mi descenso al otro México, el subterráneo, el que no se ve y que se halla tanto el drenaje profundo de esa ciudad como en las almas de sus habitantes… Aunque debo reconocer, que la ciudad que me recibía me colocó bajo el impacto de los detalles y atrocidades de El Chalequero: un criminal que mató a más de veinte mujeres para tirar luego sus cadáveres en el río Consulado. Sí lo sé, por esos días Jack the Ripper cometía tropelías similares en Londres… quizás era el mundo que por esos días también veía escándalos de robo de patentes, fraudes financieros y el desarrollo de mortíferas armas que nunca habíamos imaginado… Pero estaba yo en México, vuelvo a mis notas de aquel día en el que yo apenas miraba desde el balcón las primeras imágenes de este país.



“De nuevo me fijo en los hombres dedicados a pellizcarse las nalgas cuando sus risotadas me sustraen de este cuaderno. Pensé en un primer momento que se hallarían borrachos gracias a esa bebida de olor fétido llamada pulque, pero no se ve en la cercanía ningún puesto callejero de la bebida. Me parece aún más extraño que ninguno de los transeúntes se fije en ellos. Llego a la conclusión de que no hacen nada digno de llamar la atención a toda la gente que pasa por el lugar.”


***

Miró como aparecía otro tuit y luego otro, pero luego aquello se convirttió en un tuit interminable que se salía de la pantalla y se convertía en una larga trenza de mensajes… Desfilaban frente a la mirada como el rollo de una pianola muchos rostros y avatares conocidos pero el continum de palabras rebasaba por mucho los 140 caracteres, de alguna manera sin saber cómo ni porqué, hilvanaba conversaciones, las cuales contenían links que llevaban a otros tuits y estos a otros y a otros. Entablando conversaciones y respondiendo a unos y otros se metió en esa red sabiendo que era meterse en un laberinto en busca de algo que necesataba. Pero mientras esperaba que surgiera la voz de la ninfa que saltaba entre sus otros sueños, aquella larga lista de tuits se alargaba más y más… por más que respondía, la gente parecía no leer y contestaba otras cosas y él sabía lo que esperaba y no llegaba…

La angustia por ese tuit interminable lo despertó por completo en un instante. Supo que tenía por delante varias horas en vela así que decidió levantarse y trabajar aprovechando el insomnio provocado por el angustioso sueño. Sabía que esas sensaciones se agudizaban cada vez que era un “negro” como le decían algunos, pero que él prefería llamar “doble de mano”. Era mejor distraerse y esperar que volviera pronto el sueño. Abrió su cuenta de twitter y se topó con quienes imaginó eran otros desvelados:

@Twichiste He llegado a la conclusión que Google es mujer. No te deja terminar una frase y ya te está dando sugerencias. =)
hace 7 minutos


@Rayo ¡Mesero! Sentimientos para todos por favor.
hace 7 minutos


@Kiddo Todos caben en un prejuicio, sabiéndolos acomodar.
hace 8 minutos


La sonrisa comenzó a relajarlo. Decidió leer lo que habían escrito en las últimas horas las tuiteras que alegraban su corazón:

@LaPetrona ¡Actúa como un caballero! Las bragas primero.
hace 5 horas

@LaPetrona Corrección, si me has de romper el corazón, comienza por las medias.
hace 5 horas


De pronto el pecho se le sobresaltó al toparse con los tuits de quien le inquietaba desde días atrás:

@Alekza #SituacionSentimental en una relación abierta... de piernas.
hace 8 horas


@Alekza Si me vas a hablar en francés, que sea con besos.
hace 8 horas


ese último tuit se lo había dirigido a él, como respuesta a un juego de palabras en francés que se había atrevido a enviarle. Tenía la dosis exacta de candor y coquetería para encandilar al más pintado.

Como siempre, las coincidencias parecía que le hacían guiños: mientras veía el hermoso avatar de esa muchacha, sintió de nuevo la incontrolable humedad en sus ojos que los médicos le habían pronosticado. Los audífonos cantaban: ...cuando me tengan que enterrar… que sea con una de tus fotografías… para que no se me olvide como es tu cara… salvo que para él no era miedo a estar abajo ya muerto, sino la certeza de que la creciente oscuridad en la mirada ansiaba llenarse de belleza, como si al grabar imágenes hermosas lograra conservar esa belleza en la memoria de su retina… (continuará)