martes, 6 de diciembre de 2011

Soy un Negro Historiador

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“Deberían pensarlo dos veces antes de quedarse dormidos

con la luna llena sobre su cara: se dice que puede causar

pesadillas, locura e incluso ceguera” Moon Gazing


BUENAS TARDES... Soy un negro historiador. Soy historiador porque cuento historias, relato sucesos y acontecimientos y narro aventuras, amores y desamores. Me gusta tanto la historia, que hasta la convierto en verbo. Entonces solamente me pregunto: Si yo historio y él historia, entonces ¿Por qué no todos pueden historiar?

Sí, también dije Negro, un escritor negro es aquel a quien le pagan para hacerlo en nombre de otros. Ni yo mismo me acuerdo ya de cómo caí en manos de los tratantes de esclavos. De alguna manera y sin saber csu personalidad fue otra cosa pa negro y toda la cragadenas que lo atana al remo. cluso cweguera"ómo, me fueron encadenando a diferentes trabajos, en los que fui aprendiendo a darle voz a diferentes personajes: desde laudatorias biografías de políticos en campaña hasta altos ejecutivos vendiendo imagen. Vidas laborales convertidas a golpe de palabra y teclado, en narraciones atractivas para el comprador. También fueron de mi autoría varios slogans publicitarios, muchas presentaciones de discos y libros y la promoción de varias guías para destinos turísticos vueltos exóticos a balazos de adjetivos bucólicos y cachondos.

Aprendí a pulir el estilo expositivo de folletos de divulgación gubernamental y a veces hasta manché y rasguñé las acciones de algún enemigo ajeno en cartas al Director. He redactado cientos de recomendaciones de libros que creo es lo que mejor hago o por lo menos lo que más me gusta hacer. A cambio, entre la escasa recompensa, está sin duda los momentos de verdadero placer que me proporcionan los prólogos y los pies de foto de los libros de arte; no se diga la redacción de traducciones y pequeños artículos que subo a la red cuando puedo y tengosu personalidad fue otra cosa pa negro y toda la cragadenas que lo atana al remo. cluso cweguera"gog tiempo. Así que cuando se me presentó la oportunidad de escribir como Doble de mano de un famoso en Twitter, no lo pensé mucho y acepté: fue como subir a las galeras de un barco del que nunca podré romper ya las cadenas que me atan al remo.

Pero antes de que llegar a este punto, debo decir que con toda esa experiencia que les he dicho y con el tiempo, me convertí en experto Doble de mano como yo prefiero ser llamado: eso de Negro tiene toda la carga humillante que resuena en la palabra. Pero también debo decir que luego de ser tantos personajes, lo que para mi formaciósu personalidad fue otra cosa pa negro y toda la cragadenas que lo atana al remo. cluso cweguera"n fue excelente ejercicio, para mi personalidad parece ser otra cosa: sin darme cuenta he comenzado a deslizarme cada vez más pronto dentro del sujeto que “doblo” o en el tema del trabajo: comienzo a convertirme en múltiples Dobles de Mano. Lo divertido que puede sonar -sin duda- vivir tantos y variados personajes, en el subconsciente, el resultado puede ser desastroso.


***

Las sombras inquietas danzaban entre ellas sobre la pared, lo hacían al compás de las veladoras titilantes en lo alto del viejo ropero de cedro de la abuela. La madrugada de un insomnio infantil. Horas antes el nieto había acompañado a la anciana caminando hasta la catedral en el Zócalo, había que recibir la bendición del último día del año en las veladoras que se usarían en el siguiente, le explicó en el camino mientras él cargaba una charola vacía. En la penumbra escuchó que el abuelo se removía un poco para acomodarse en su cama y esta se quejó.


Las sombras y el movimiento de la pequeña flama insuflaron de vida el retrato del General Porfirio Díaz quien desde la pared mostraba orgulloso sus medallas, y la respiración en su pecho las hacía vibrar. Una veladora protestó cuando la cera derretida amenazó con ahogarla, pero a él le pareció el crujido de una crinolina o quizás el chasquido de un broche de corsé: los aromas y tibiezas del harem familiar respirados en su infancia penetraron todos sus poros inoculándole los cuerpos de sus primas y hermanas. Su mejilla recorría lentamente los muslos de las jovencitas que se reían excitadas, mientras él solamente abría sus pequeños ojos de vez en cuando, para mirar un cielo lleno de encajes y aberturas de tela blanca envolviendo el paraíso de su infancia.


El cuerpo del pecado y el tabú comenzó a endurecerle el cuerpo y toda el alma: el ansia le llenó la imaginación, tenía que salir a clavar...

… No, en realidad ese chasquido era en la nuca, y lo que provocaba era que su cerebro diera un giro, como si el lado derecho empujara al resto de la masa cerebral y eso provocara o permitiera que el raciocinio dejara de controlar toda su vida y todo lo que hacía o dejara de hacer. Era la posibilidad de hacer lo que se quiere, pero no te lo has permitido. … El escozor doloroso en las nalgas era la memoria de los castigos del colegio en Yorkshire en su infancia y se trasmutaban en un placer y deseo, algo que debía compartir. El rostro afable entonces era ya la máscara que le permitía acechar mejor.

... y entonces salía a clavar....


CONJUGACIÓN DE LO OTRO fueron las palabras que le vinieron a la mente cuando tomó las llaves del auto, luego, con gran cuidado abrió la cochera. Sin hacer ruido pero en realidad sin saber cómo, logró que nadie en la casa notara su salida. Cruzó el umbral, el seco crepitar de la grava bajo las llantas al maniobrar en reversa le comenzó a parecer ya la otra realidad. Volteó por un momento hacia las puertas en movimiento mientras sus dedos sobre el portero automático las cerraba y luego arrancó. Lo primero era huir del lugar, así que se encaminó a la salida más cercana de la ciudad.

Aún era muy densa la noche cuando llegó al primer semáforo, encendió el estéreo y metió el disco que había tomado horas antes mientras preparaba un pequeño equipaje mínimo para el viaje. No hubo conciencia en él de porque ese disco y no otro. Avanzó con la luz verde y la música comenzó a escucharse acompañando la emoción común a todo viaje iniciado al amparo de la madrugada: Seres de la noche que salen a pasear al mundo. Sonidos metálicos de sintetizador daban pie al arco sobre las cuerdas de los cellos. Voces alegres de pequeños hombres dando palmadas y subiendo de tono con la gravedad de las cuerdas. Fue instantánea la imagen acompañante: calles semidesiertas por temor a la epidemia. Si a esa hora escaseaban los autos ahora no se veían: qué mejor imagen para el fin del mundo que la ausencia de autos y multitudes en las calles. ¿La melancolía al inicio de un viaje sin retorno?

Desde sus tiempos de vendedor foráneo se había acostumbrado a subir gente a su auto, sabía que nadie le haría daño y además necesitaba dinero, sobre todo luego de que en la tienda de la que acababa de salir, regalara varios miles de pesos a un desconocido noctívago que frente a la caja registradora escarbaba sus bolsillos para pagar la cuenta. No queriendo esperar más en la fila, él sacó un fajo de billetes, pagó la compra de sus refrescas y golosinas para el camino, dejó el cambio al empleado y el resto lo sacó de su cartera para dárselo al sorprendido desvelado que no podía creer tanta belleza.


No sabía cómo, pero siempre que necesitaba dinero para gasolina y comer en el camino, siempre se presentaba alguien dispuesto a viajar, charlar por unas horas y pagar unos pesos por subir a un auto al que difícilmente se subirían en toda su vida. Se dirigió a una gasolinera poco antes de la caseta de cobro y ahí ya lo esperaba una figura en pantalones ajustados, con chamarra, gorra y una pequeña maleta. Primero pensó que era un muchacho pero luego descubrió era una chica viajando de autostop. Casi siempre el primer viaje que daba era gratis. Lo descubrió en ese momento, nunca se lo había preguntado, nunca.


Viajar por la noche en la carretera era una experiencia muy cómoda y placentera, sin dejar de tener su buena dosis de peligro y de misterio. SK recordó como años atrás había aprendido a detectar en los pueblos y ciudades, los focos llamativos a unas cuantas cuadras de las carreteras señalando el prostíbulo del lugar. Más que recuerdo eran sensaciones de esa música que quería ser voluptuosa a fuerza de cadencias tropicales. También le parecía que más que una imagen, era la sensación que querían trasmitir los vestidos entallados, cortos algunas veces y casi siempre decadentes por haber visto mejores tiempos.


Ahora se transitaba por veloces autopistas que nunca atravesaban ningún pueblo ni ciudad de cualquier tamaño. Simplemente eran dos oscuros carriles escoltados con señales y vallas: amarillos y blanquinegros en destellos fáciles de detectar por quienes podían viajar a más de ciento cincuenta kilómetros por hora. El invisible paisaje literalmente era devorado por las ventanillas del auto.


Durante las horas de continuo fluir entre esas líneas fosforescentes y a través de un largo e interminable túnel, la esponjosa oscuridad dejaba ver de vez en cuando cualquier cosa. Se acordó de la primera aparición que tuvo en la carretera a Oaxtepec. Tremendo susto se llevó cuando a las tres de la mañana en el largo tramo recto antes de entrar a la ciudad, salió del cañaveral y se le atravesó una mujer de cabello negro y túnica blanca que se desvaneció en el camellón central de la autopista, por lo menos eso pensó hasta que recordó que esa división no existía. Lo que no desapareció fue la nitidez de lo que había visto: la túnica que literalmente se desvanecía en el aire. Durante mucho tiempo su racionalidad ahogó el recuerdo, pero a través de los años había visto tantas cosas y extraños fenómenos en las carreteras, que ahora sabía que realmente había visto algo que no era producto de su imaginación ni del cansancio de conducir en la madrugada.


En las largas horas al volante durante la noche había visto atractivas mujeres que caminaban solas al filo de la carretera, hasta que algún iluso las levantaba solamente para ser asaltado más adelante. Autos descompuestos, viajeros irresponsables sin luces de aproximación ni señales de descompostura. Amables traileros y anuncios disparatados o curiosos, humildes focos desnudos con el anuncio de talacha, junto a las increíbles ofertas de los políticos. Terribles accidentes y extrañas luces en medio del desierto. Animales y pájaros de todo tipo, sombras en movimiento del oscuro mundo de la noche. Un otro mundo que pocos conocen e imaginan.

Así pasaba el lapso sin tiempo de penumbra hasta que de pronto, ese mundo era roto por el primer rayo del amanecer, su hora favorita. Se detuvo en la tienda de conveniencia de la gasolinera para comprarse café bien cargado y dulce. Volvió a montar el auto y buscó un lugar para detenerse en la carretera: ver como avanzaba el amanecer a destellos de azules y amarillos pintando las montañas y convirtiendo todo el paisaje en una realidad que minutos antes no existía ni estaba ahí. El mundo que terminaba, dejaba apenas un rastro de nubes desmadejadas por el viento.

¿En dónde lo había leído? ¿Quién decía que las montañas tenían grandes alas? Era una imagen bella sin duda, montañas que volaban y que a veces por capricho se posaban en la tierra causando desastres y temblores. ¿Era un dios indio el que les había cortado las alas? El caso era que finalmente al evitar el vuelo de las montañas, se había logrado la estabilidad de la tierra, a cambio, las alas se convirtieron en nubes, las nubes que desde entonces se congregan en torno a las cimas y montañas.


Despertó la chica con la que después de platicar unas dos horas decidió dejar dormir plácidamente. Desde la distancia de la roca en la que estaba sentado, con la mano le hizo señas de que había en el auto un vaso de café para ella.

Sabía que de pronto una parte de sí mismo era automática, algo que funcionaba sin pensar. Era como una reacción a un estímulo externo que ponía en marcha una vibración en el campo energético que lo precedía exactamente antes de que entrara a una habitación, comenzara un asunto o diera inicio a una relación. Era justo el momento que creaba el mundo antes de que él llegara ahí. Se trataba de aprender a usarlo y él llevaba muchos años haciéndolo.


La luna estaba en cuarto creciente, su cuerpo se sintió deseoso, el intenso sueño solamente había dejado un a secuela de noches de insomnio y excitación sexual: al séptimo día salió a matar.



Como les decía, soy historiador porque rescato historias y vuelvo a narrarlas, intentado siempre hacerla mejor. Si los demás no quieren dedicarse a trabajar en eso perfecto, pero por lo menos deberían entonces de aprender a hacerlo bien cuando se ven obligados a hacerlo. Tengo la terrible suerte de que la gente me tome por el tacho de sus basuras más personales, una simple cubeta que encuentran en su camino para vomitar. Es cuando descubro que si bien puede haber historias muy interesantes, el gran problema está en que la mayoría de la gente no las sabe narrar. Dan vueltas de aquí para allá, quieren contar lo que más les gustó y se tropiezan en la relación de los hechos. Repiten una y otra vez los estribillos y quieren comportarse según las pautas dictadas por lo que escuchan en las pantallas. Termino por parecer yo el apuntador de su vida,… ¡al que tampoco hacen caso por estar posando para la cámara!


Pero no debo quejarme aunque me duela. El dolor que siento desde el bíceps hasta la muñeca me molesta por tercer día consecutivo, la tristeza y el dolor de cabeza se hacen crónicos. Demasiadas horas con las manos en el mouse de mi vieja computadora que no puedo cambiar por un ordenador de voz. Demasiada memoria de tiempos ya idos y que no volverán. Todo sirve para complicar, para hacer difícil y doloroso el volver a trabajar cuando en realidad preferiría quedarme en mi pequeño departamento, encerrado en este pequeño rincón cerca del cielo que siento es lo único que me protege de la otra soledad; pero tengo que salir, tengo que hacerlo, para eso me pagan en el Comité Organizador del Gran Aniversario Nacional.

***

En la portada de la libreta se veía una luna creciente de rostro inexpresivo y rodeado de estrellas. Era un diario para el observador de la Luna o como decía su abuelo, un almanaque lunar. Abrió la libreta al azar, con los ojos cerrados, como si fuera el Libro de los Cambios. Aparecieron las anotaciones hechas en el papel muchas lunas atrás:

¿Para quién escribo esto? Cuando Winston Smith inicia sus anotaciones el 4 de abril de 1984, se pregunta: ¿Para quién estoy escribiendo este diario?; y su primera respuesta es: Para el futuro,… ¿para los que aún no han nacido?. Y en ese momento, se le presenta el dilema de cómo será el futuro, ya que si se parece al presente nadie le pondrá atención a sus palabras. Si el futuro fuera distinto, lo escrito, carecería de todo sentido para ese tiempo por venir.

En medio de la sordera generalizada de la sociedad le invade a uno el mismo sentimiento que a Winston, se vuelve uno un fantasma solitario diciendo una verdad que nadie nunca oirá. Casandra del siglo XXI al igual que Winston, se escribe ya no para hacerse oír, sino para poder permanecer cuerdo y decir que se escribe en una época de uniformidad, desde un tiempo de soledad, desde la época del Big-Brother, la edad del doble pensarb b… b b… b b!


EL OTRO DEL NAUFRAGIO

¿En qué momento había comenzado a exagerar la historia de su caminata? ¿Cómo se había ayuntado con la leyenda de Cíbola y Quivira que Fray Marcos quería creer? ¿Era la simple venganza del esclavo que había vuelto de un largo naufragio, cautiverio y errancia de años, solamente para ser de nuevo regalado y enviado como guía en la nueva expedición?

Una ciudad de paredes de plata y techos de oro. Sin duda era una desmesura pero ¿Acaso importa eso en medio de la geografía fantástica de una realidad que se niega a transformarse?

Hey you… the nigger!!

(continuará)

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